Sanjurjo
Antonio Gamoneda
Cuando la luz atraviesa mis párpados el pájaro ciego que me habita es a su vez penetrado por la luz
y se resuelve en formas imposibles.
Abre sus grandes alas y las extiende suavemente sobre mi corazón
y yo advierto la división de la existencia, su multitud inmersa en amarillos inmóviles,
la incandescencia de mis venas y,
en la inminencia azul, la paz deshabitada.
Tú distribuyes la quietud y el vértigo sobre mis circunstancias rojas.
Después las pacificas y yo descanso de mí mismo.
Eres también el autor de la tiniebla. Veo su espesor sobre las superficies donde
se pronuncian los límites,
los límites incisos
en el espacio de la desaparición, después del llanto.
Bernardo:
Hazme un lugar en tu silencio, préstame una gran lágrima negra.
Quiero decir mis únicas palabras,
las indecibles, las que tú desprendes
de la sustancia fría de la luz.
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